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.Yhabéis de considerar que en el tiempo deste noviciado podría ser quecobrásedes la vista, que ahora debéis de tener perdida, o, por lo menos,turbada, y viésedes que os convenía huir de lo que ahora seguís con tantoahínco.Y, cobrando la libertad perdida, con un buen arrepentimiento seperdona cualquier culpa.Si con estas condiciones queréis entrar a sersoldado de nuestra milicia, en vuestra mano está, pues, faltando algunadellas, no habéis de tocar un dedo de la mía.Pasmóse el mozo a las razones de Preciosa, y púsose como embelesado,mirando al suelo, dando muestras que consideraba lo que responder debía.Viendo lo cual Preciosa, tornó a decirle:-No es este caso de tan poco momento, que en los que aquí nos ofrece eltiempo pueda ni deba resolverse.Volveos, señor, a la villa, y considerad deespacio lo que viéredes que más os convenga, y en este mismo lugar mepodéis hablar todas las fiestas que quisiéredes, al ir o venir de Madrid.A lo cual respondió el gentilhombre: 24-Cuando el cielo me dispuso para quererte, Preciosa mía, determiné dehacer por ti cuanto tu voluntad acertase a pedirme, aunque nunca cupo en mipensamiento que me habías de pedir lo que me pides; pero, pues es tu gustoque el mío al tuyo se ajuste y acomode, cuéntame por gitano desde luego, yhaz de mí todas las esperiencias que más quisieres; que siempre me has dehallar el mismo que ahora te significo.Mira cuándo quieres que mude el traje,que yo querría que fuese luego; que, con ocasión de ir a Flandes, engañaréa mis padres y sacaré dineros para gastar algunos días, y serán hasta ocholos que podré tardar en acomodar mi partida.A los que fueren conmigo yolos sabré engañar de modo que salga con mi determinación.Lo que te pidoes (si es que ya puedo tener atrevimiento de pedirte y suplicarte algo) que, sino es hoy, donde te puedes informar de mi calidad y de la de mis padres,que no vayas más a Madrid; porque no querría que algunas de lasdemasiadas ocasiones que allí pueden ofrecerse me saltease la buenaventura que tanto me cuesta.-Eso no, señor galán -respondió Preciosa-: sepa que conmigo ha de andarsiempre la libertad desenfadada, sin que la ahogue ni turbe la pesadumbrede los celos; y entienda que no la tomaré tan demasiada, que no se eche dever desde bien lejos que llega mi honestidad a mi desenvoltura; y en elprimero cargo en que quiero estaros es en el de la confianza que habéis dehacer de mí.Y mirad que los amantes que entran pidiendo celos, o sonsimples o confiados.-Satanás tienes en tu pecho, muchacha -dijo a esta sazón la gitana vieja-:¡mira que dices cosas que no las diría un colegial de Salamanca! Tú sabesde amor, tú sabes de celos, tú de confianzas: ¿cómo es esto?, que me tienesloca, y te estoy escuchando como a una persona espiritada, que habla latínsin saberlo.-Calle, abuela -respondió Preciosa-, y sepa que todas las cosas que me oyeson nonada, y son de burlas, para las muchas que de más veras me quedanen el pecho.Todo cuanto Preciosa decía y toda la discreción que mostraba era añadirleña al fuego que ardía en el pecho del enamorado caballero.Finalmente,quedaron en que de allí a ocho días se verían en aquel mismo lugar, dondeél vendría a dar cuenta del término en que sus negocios estaban, y ellashabrían tenido tiempo de informarse de la verdad que les había dicho.Sacóel mozo una bolsilla de brocado, donde dijo que iban cien escudos de oro, ydióselos a la vieja; pero no quería Preciosa que los tomase en ningunamanera, a quien la gitana dijo:-Calla, niña, que la mejor señal que este señor ha dado de estar rendido eshaber entregado las armas en señal de rendimiento; y el dar, en cualquiera 25ocasión que sea, siempre fue indicio de generoso pecho.Y acuérdate deaquel refrán que dice: "Al cielo rogando, y con el mazo dando".Y más, queno quiero yo que por mí pierdan las gitanas el nombre que por luengos siglostienen adquerido de codiciosas y aprovechadas.¿Cien escudos quieres túque deseche, Preciosa, y de oro en oro, que pueden andar cosidos en elalforza de una saya que no valga dos reales, y tenerlos allí como quien tieneun juro sobre las yerbas de Estremadura? Y si alguno de nuestros hijos,nietos o parientes cayere, por alguna desgracia, en manos de la justicia,¿habrá favor tan bueno que llegue a la oreja del juez y del escribano comodestos escudos, si llegan a sus bolsas? Tres veces por tres delitos diferentesme he visto casi puesta en el asno para ser azotada, y de la una me libró unjarro de plata, y de la otra una sarta de perlas, y de la otra cuarenta reales dea ocho que había trocado por cuartos, dando veinte reales más por elcambio
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