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.¡No discutas conmigo! Habrá otras noches y otros humanos…, montones de ellos…, pero sólo hay un Darren Shan.Oímos rezongar a R.V., pero tiró de la cuerda y Debbie ascendió en medio de breves y bruscas sacudidas.Mientras esperábamos a que nos devolvieran a Debbie, me preparé para luchar con la pareja de la plataforma, secándome el sudor de las manos, comprobando mis armas, librando mi mente de todo pensamiento, excepto los concernientes a la batalla.–¿Cómo te sientes? – preguntó Vancha.–Bien.–Recuerda -dijo-, lo único que importa es el resultado.Pelea sucio si tienes que hacerlo.Patadas y escupitajos, arañazos y pellizcos, golpes en los bajos…–Lo haré -le aseguré con una gran sonrisa.Y bajando la voz, le pregunté-: ¿De verdad pensáis rendiros si pierdo?–Di mi palabra, ¿no? – respondió Vancha, y, guiñándome un ojo, susurró en voz aún más baja que la mía-: Prometí que tiraríamos nuestras armas y les dejaríamos venir a prendernos.Y así lo haremos.¡Pero no dije nada sobre dejar que nos atrapen ni volver a coger las armas!Los vampanezes abrieron filas ante nosotros cuando R.V.pasó entre ellos arrastrando tras de sí a Debbie por el pelo.–¡Para! – grité furioso-.¡Le estás haciendo daño!R.V.enseñó los dientes y soltó una carcajada.Seguía llevando una lentilla roja, y no había reemplazado la que había perdido la noche anterior.Su enmarañada barba estaba salpicada de fragmentos de musgo, ramitas, mugre y sangre.Habría sido fácil sentir pena por él (pues había sido un hombre decente antes de perder las manos entre las mandíbulas del hombre-lobo del Cirque du Freak), pero no tenía tiempo para sentir simpatía.Me recordé a mí mismo que era el enemigo y borré de mi mente todo indicio de piedad.R.V.tiró a Debbie al suelo frente a mí.Ella dejó escapar un grito de dolor, y luego se incorporó sobre las rodillas y se arrojó a mis brazos.La estreché con fuerza mientras sollozaba e intentaba hablar.–Shhh -dije-.Tranquila.Ya estás a salvo.No digas nada.–Yo… debo hacerlo -sollozó-.Tengo mucho que… decir.Te… te amo, Darren.–Claro que sí -sonreí, mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.–Qué escena tan conmovedora -se burló Steve-.Que alguien me pase un pañuelo.Le ignoré y sostuve el rostro de Debbie ante mí.La besé rápidamente, y sonreí.–Estás horrible -dije.–¡Qué encantador! – replicó riendo a medias, y luego se quedó mirándome con expresión suplicante-.No quiero irme -graznó-.No hasta después del combate.–No -dije enseguida-.Tienes que irte.No quiero que te quedes a verlo.–¿Por si te matan? – preguntó.Asentí, y apretó los labios casi hasta hacerlos desaparecer.–Yo también quiero quedarme -dijo Harkat, acercándose a nosotros, con los ojos verdes llenos de determinación.–Estás en tu derecho -admití-.No voy a impedírtelo.Pero preferiría que te fueras.Si valoras nuestra amistad, cogerás a Debbie y a la Inspectora Jefe, las llevarás a la superficie y te asegurarás de que escapen sanas y salvas.No confío en estos monstruos; podrían montar en cólera y matarnos a todos si gano.–Entonces, debería quedarme a luchar… a tu lado -dijo Harkat.–No -respondí suavemente-.Esta vez no.Por favor, por mí y por Debbie, prométeme que te irás.Harkat no estaba conforme, pero asintió a regañadientes.–Pues vámonos ya -espetó alguien detrás de nosotros-.Déjales salir si van a irse.Alcé la mirada y vi al traicionero agente de policía llamado Morgan James avanzando a zancadas hacia nosotros.Portaba un rifle ligero, cuya culata hundió en las costillas de su Inspectora Jefe.–¡Aparta esa mierda de mí! – espetó ella, volviéndose furiosamente hacia él.–Tranquila, jefa -respondió él arrastrando las palabras, sonriendo como un chacal, mientras levantaba el rifle-.No me gustaría nada tener que pegarte un tiro.–Cuando volvamos, serás historia -gruñó ella con fiereza.–Yo no voy a volver -dijo él, sonriendo afectadamente-.Os conduciré hasta la caverna que hay al final del túnel, cerraré bien para asegurarme de que no podáis causar disturbios, y volveré con los demás cuando los luchadores hayan terminado.–No escaparás tan fácilmente -bufó Burgess-.Te perseguiré y te haré pagar por esto, aunque tenga que recorrer medio mundo.–Seguro que lo harás -rió Morgan, y volvió a darle en las costillas, esta vez más fuerte.La Inspectora Jefe escupió a su ex agente, lo apartó de un empujón y se agachó junto a Vancha para atarse los cordones.Mientras lo hacía, le preguntó en un susurro:–El tipo de la capa y la capucha… es el que tenéis que matar, ¿verdad?Vancha asintió mudamente, sin revelar nada en su expresión.–No me gusta la idea de enviar al chico a luchar con ellos -dijo Burgess-.Si puedo haceros un poco de espacio y cubriros disparando, ¿crees que tú o Crepsley podríais subir hasta allí?–Quizás -dijo Vancha, sin apenas mover los labios.–Entonces, veré lo que puedo hacer.Burgess terminó de atarse los cordones, se incorporó y le guiñó un ojo.–Vamos -dijo en voz alta a Harkat y a Debbie-.Aquí el aire apesta.Cuanto antes salgamos, mejor.La Inspectora Jefe empezó a andar, empujando rudamente a Morgan y adelantándose a él con una premeditada zancada.Las filas de vampanezes que se hallaban ante ella se apartaron para dejarle paso.Ahora sólo quedaban unos pocos entre nosotros y la estaca a la que estaba atada la cuerda.Harkat y Debbie se volvieron a mirarme afligidamente.Debbie abrió la boca para decir algo, pero las palabras no acudieron.Llorando, sacudió la cabeza y me volvió la espalda, con los hombros estremecidos por el llanto
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