[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.Era un ejemplo necesariamente cono y trataba de prosaperiodística.Lo que sigue es narrativa, y está sin pulir.Es un ejemplo de loque escribo sin cortapisas cuando está la puerta cerrada: el cuento sin vestir,sólo con calcetines y calzoncillos.Propongo examinarlo de cerca antes depasar a la versión corregida.La historia del hotelAntes de salir de la puerta giratoria, Mike Enslin vio aOstermeyer, el director del hotel Dolphin, hundido en unode los sillones de la recepción, y se le cayó un poco el almaa los píes.Quizá sí que tendría que haber vuelto a venircon el abogado de los huevos, pensó.En fin, ya erademasiado tarde; y aunque Ostermeyer hubiera decididoponer otro control de carretera entre Mike y la habitación1408, tampoco era tan grave.Otro aliciente para cuandolo contara.Ostermeyer lo vio, se levantó y cruzó la sala tendiendouna mano rechoncha justo cuando Mike salía de la puertagiratoria.El Dolphin estaba en la calle Sesenta y uno,esquina con la Quinta Avenida.Era un hotel pequeño perocon clase.Una pareja, él de etiqueta y ella con vestido denoche, pasó al lado de Mike, que cogió la mano deOstermeyer.Para ello tuvo que pasarse a la izquierda lamaleta pequeña que llevaba, con lo justo para una noche.La mujer era rubia, vestida de negro, por supuesto, y elaroma evanescente y floreal de su perfume parecíaresumir Nueva York.En el bar, que estaba en elentresuelo, tocaba alguien Night and Day, comosubrayando el resumen. Buenas noches, señor Enslin. ¡Señor Ostermeyer! ¿Pasa algo?176 Ostermeyer parecía compungido, y paseó la mirada porel espacio reducido y elegante del vestíbulo como sibuscara ayuda.En recepción había un hombre hablandode entradas de teatro con su mujer, bajo la mirada y lasonrisa discreta y paciente del conserje.En el mostradorde delante, un hombre de traje arrugado, como sólo searruga un traje con muchas horas de Business Class,discutía sobre su reserva con una mujer cuyo atuendo,negro y elegante, también podía servir de vestido denoche.Todos recibían ayuda menos el pobre Ostermeyer,caído en las garras del escritor. ¿Señor Ostermeyer?  repitió Mike, sintiendo ciertalastima. No  dijo al cabo Ostermeyer , no pasa nada, pero.¿Podemos hablar en mi despacho, señor Enslin?Aja, pensó Mike.Quiere volver a intentarlo.En otras circunstancias podría haberse impacientado,pero no entonces.Contribuiría a la parte sobre lahabitación 1408, dándole el tono amenazador que tantoparecían desear los lectores de sus libros.(Apareceríacomo la Advertencia Final.) Pero no era lo único.Hastaentonces, a pesar de los abundantes titubeos» Mike Enslinno había estado seguro.Ahora lo estaba.Ostermeyer nohacía teatro.Tenía auténtico miedo de la habitación 1408,y de lo que pudiera pasarle a Mike por la noche. Por supuesto, señor Ostermeyer.¿Dejo la maleta enrecepción o me la llevo? Pues.Si le parece nos la llevamos. Ostermeyer, elperfecto anfitrión, hizo ademán de cogerla.Sí, aún teníaesperanzas de convencer a Mike de que no se quedara enla habitación.Si no lo habría dirigido a recepción.ohabría subido con la maleta.Si es tan amable. No, si no pesa nada  dijo Mike.Sólo hay una muday el cepillo de dientes. ¿Está seguro? Sí  dijo Mike, sosteniendo su mirada.Estoy seguro.Tuvo la breve impresión de que el director iba a tirar latoalla.Ostermeyer (bajito, un poco grueso, con chaquénegro y la corbata perfectamente anudada) suspiró yenderezó de nuevo los hombros.177  Muy bien, señor Enslin.Sígame.En el vestíbulo, el director del hotel había tenido unaactitud indecisa, abatida, casi de derrota.Dentro de sudespacho con paredes de roble y fotos del hotel (el Dolphinse había inaugurado en octubre de 1910; una cosa era quelos libros de Mike no fueran objeto de reseñas en lasrevistas y periódicos de la gran urbe, y otra que noinvestigara), Ostermeyer daba la impresión de haberrecuperado su aplomo.En el suelo había una alfombrapersa, y en el escritorio una lámpara con pantalla verde enforma de rombo, al lado de un humectador.Figurabanjunto a este último los últimos tres libros de Mike Enslin.De bolsillo, por supuesto.No había salido ninguno en tapadura.A pesar de ello se ganaba bien la vida.Mi anfitrión,pensó Mike, también ha hecho algunas averiguaciones.Mike se sentó en una de las sillas que había delante de lamesa.Pensaba que el director lo haría detrás, para darsensación de autoridad, pero Ostermeyer lo sorprendiósentándose en la silla contigua, en lo que debía deconsiderar el lado de los empleados.Después cruzó laspiernas y se dobló un poco sobre su discreta barriguitapara tocar el humectador. ¿Un puro, señor Enslin? No son cubanos, pero estánbastante bien. No, gracias, no fumo.La mirada de Ostermeyer se posó en el cigarrillo quetenía Mike detrás de la oreja derecha, a la manera de unperiodista veterano y cínico de Nueva York que sereservara el siguiente pitillo justo debajo del sombrero defieltro, con tarjeta de prensa en la cinta.El cigarrillo sehabía convertido en parte tan integrante de su personaque al principio.Mike no supo qué miraba Ostermeyer.Luego se acordó, rió, se lo quitó de la oreja, lo observó a suvez y volvió a mirar a Ostermeyer. Llevo nueve años sin fumar ni un cigarrillo  dijo.Tenía un hermano mayor que se murió de cáncer depulmón.Yo lo dejé escasamente después de su muerte.Elcigarrillo de detrás de la oreja. Se encogió dehombros.Supongo que medio por afectación medio por178 superstición.Un poco como los que tiene alguna gente enla mesa o en la pared, dentro de una cajita donde pone encaso De emergencia romper el cristal.A veces digo que loencenderé si hay guerra nuclear [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • sp2wlawowo.keep.pl